9 feb 2013

EASY LISTENING



I
O abismo existe. É algo real.

O deportivismo está em coma. Disse o deportivismo? Não, Riazor ruge em cada jogo como numa final, a diáspora mobiliza-se, nos bares e nas redes monopoliza conversas. É a equipa, os jogadores, os que vivem nesse estado de desídia, de indolência total. Vemo-lo semana a semana: uma autoexpulsão absurda, erros de falha de concentração, falta de intensidade, uma distração no tempo de compensação,... e cada vez com menos margem para a reação.

Princípio de ação-reação. Um grupúsculo de siareiros anojados irrompe em Abegondo-Reunião do treinador com os capitães, comunicado da Federación de Peñas,... Será que comece a mudança?


VIII
O futebol gaélico está-se a implantar no nosso país. Os Fillos de Breogán foram os primeiros, mas já são vários os clubes que botaram a andar. Este desporto tem uma bonita particularidade, é completamente amateur: nem jogadores, nem treinadores ou presidentes podem cobrar dinheiro. E ainda assim, na Irlanda, o Gaelic é um desporto de massas que enche estádios. 

Vendo a este irmão do soccer, devemos perguntar: ainda há esperanças para o futebol?


4 comentarios:

  1. Fútbol Gaélico, tradición anclada en la pureza deportiva.

    Originado en el S.XVI, tremendamente político en el pasado y modelo de gestión genuino en la actualidad, el deporte de obligado amateurismo y sentimiento nacional que mantiene en vilo a toda Irlanda va camino de instaurarse, sin prisa pero sin pausa, en territorio español.



    A finales del S.XIX, durante la década de 1880, con el pueblo irlandés sumido en una profunda crisis de identidad cultural y en un clima políticamente desfavorable a los intereses nacionalistas de nuevos sectores políticos, un hombre, Michael Cusack, se convirtió en lo que el deporte irlandés necesitaba, ya no solo para el desarrollo de éste, sino también para contagiar al pueblo de sus propias costumbres e intentar el arraigo de un sentimiento irlandés necesario para llevar a cabo reformas más profundas. Así, tras esa maniobra política que se servía del deporte de manera vehicular, podrían encuadrarse los primeros y certeros pasos con los que Cusack -maestro, periodista y romántico nacionalista-, contribuyó a la creación y fundación de la GAA (Gaelic Athletic Association) y aglutinó las históricas pero territorialmente diferenciadas disciplinas patrias, unificando reglas y estableciendo las bases de una rígida organización que desembocaría en el nacimiento de competiciones oficiales por todo el territorio, así como en uno de los instrumentos de promoción de la cultura irlandesa más importantes de la historia, llegando incluso a ser la GAA un pilar fundamental para la preservación de la lengua gaélica. Años más tarde, otro hecho ciertamente político motivó tanto el crecimiento del fútbol gaélico como el resurgimiento de esos valores culturales propios que perseguía a través del mismo. Progreso y conveniencia bidireccional, caminos unidos hacia un interés recíproco. Sucedió el 21 de Noviembre de 1920, en plena guerra por la independencia irlandesa; tropas especiales inglesas establecidas en Dublin entraron en Croke Park -donde se estaba disputando el encuentro entre los condados de Dublin y Tipperary-, y comenzaron la masacre –jugadores, público, niños…- que a día de hoy se conoce como el primero de los “Bloody Sunday” sufridos por Irlanda a lo largo de la historia. Poco importa que la acción tuviera su motivación en la respuesta al asesinato esa misma mañana de miembros de los servicios de inteligencia ingleses, pues tal inhumana ejecución estaba fuera del entendimiento humano y no hizo más que concienciar al pueblo irlandés, confirmar un odio creciente hacia las fuerzas de ocupación inglesas, despertar ese sentimiento nacionalista. Y, en lo que al deporte atañe, elevó todavía más la condición patriótica del fútbol gaélico y dejó como poso una regla para la historia: la prohibición a los miembros y ex miembros de fuerzas armadas británica de tener la posibilidad de practicar deportes de la GAA. Dicha norma, tan singular y excepcional como duradera y efectiva, terminó recientemente por abolirse, culminándose con la disputa de encuentros entre el equipo de fútbol gaélico de la Policia irlandesa (Garda) y el conjunto del homónimo órgano norirlandés (PSNI), en lo que se ha convertido en un acto con un cargado simbolismo político. Otra muestra de ese cierto enclaustramiento, propia identidad o autoprotección de la GAA, según se mire, está en el hecho de que durante muchos años ha prohibido la práctica de deportes ‘extranjeros’ –véase fútbol o rugby- en sus estadios nacionales, destinados únicamente a las disciplinas de la asociación. De todas formas, y pese a todo, esos episodios son ya pasado en la historia del fútbol gaélico, símbolo celta, más apolítico y globalizado que nunca en la actualidad, porque lo que siempre pervive es el deporte. Puro deporte en este caso.

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  2. Pero, ¿en qué consiste el fútbol gaélico? Observado desde la distancia, no parecería complicado señalarlo como una conjunción entre fútbol, rugby e incluso baloncesto o voleibol. Con las reglas irlandesas –en el resto de países existen ligeras modificaciones-, es disputado por 15 jugadores por equipo, en un terreno de juego de hierba natural de 145 x 90 y en dos tiempos de 35 minutos. El objetivo, y sin entrar a fondo en los modos, consiste en, combinando pies y manos, convertir tantos de 1 o 3 puntos, según sea marcado en la parte inferior –portería de fútbol al uso- o superior –portería en forma de H propia del rugby- de cada una de las dos metas. La pelota, redonda y con un peso superior y un tamaño inferior a un balón de fútbol, se conduce con la mano y cada cuatro pasos se requiere un bote en el suelo o un toque con el pie hacia las manos de nuevo. Ciertamente, basta con observar un par de encuentros para caer en la cuenta de que se trata de un deporte espectacular e intenso, competido e igualado, donde la fortaleza física y la lucha no están reñidas con la velocidad, la técnica o la precisión. Honor, respeto, sentimiento y valores tradicionales alejados de los grandes focos, del ferviente y feroz marketing predominante en los últimos años. Raíces que perduran en el tiempo al amparo de una gran estructura organizativa. El deporte por el deporte, pureza idealizada en base a la historia. Porque pese a la gran devoción que siente el pueblo irlandés por el fútbol gaélico, sigue manteniéndose puro, alejado del profesionalismo –la GAA no lo permite-, aún siendo capaz de reunir a 80.000 personas en Croke Park y paralizar a todo un país para la gran final del All-Ireland. Así, todo lo generado por el fútbol gaélico, que no es poco en un país donde es el deporte número uno, se reinvierte en la promoción del mismo; nostálgica retroalimentación, modelo genuino y envidiable en cierta medida en un mundo cada vez más dependiente de los designios de la industria y los mercados. Por si es no bastara, unido al hecho de ese necesario y requerido amateurismo, aparece ese compromiso, esa pasión, esa mística especial que provoca el hecho de que los jugadores tengan que representar al y jugar para el equipo de su condado, su tierra, su gente. Verdadero amor a un escudo. ¿Podrían imaginarse a Xabi Alonso, Iniesta o Casillas disputando un campeonato nacional representando los escudos de Donosti, Albacete y Madrid respectivamente? Suena verdaderamente difícil tan solo pensarlo en relación a otros deportes. Por eso, a la vez que una de sus mayores virtudes, ese aspecto utópico sea quizás uno de los grandes obstáculos del auténtico football irlandés, ya que también provoca huidas hacia las mieles del soccer –como se le denomina en Irlanda- o en busca de los altos salarios que proponen desde el fútbol australiano –deporte ciertamente similar pero tremendamente profesionalizado-, quedando tan solo verdaderos románticos que prefieren continuar con sus trabajos mundanos para ser héroes de fin de semana y alcanzar una gloria efímera, pero quizás más verdadera y auténtica. Desde fontaneros a electricistas, mecánicos, ingenieros o profesores; de hecho, una de las grandes leyendas de este deporte, Gerry McEntee, era neurocirujano de profesión y dos veces ganador nacional con Meath. No es difícil adivinar por cuál de los logros siente más orgullo. El deporte del pueblo y para el pueblo, del sentimiento por unos colores, del orgullo sobre un campo de juego, de eternas luchas entre condados y amateurismo idealizado hasta su máxima expresión, de duros entrenamientos en solitario y encuentros aislados, de golpes y goles imposibles, de barro y lluvia en la ventisca atlántica.

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  3. Desde el habitual vencedor condado de Kerry en el suroeste más rural hasta los últimos campeones, el condado de Dublin, pasando por el auténtico Galway, la furiosa rivalidad entre Meath y Cork o la dureza que supone el poder de los rocosos y armados conjuntos del norte. Porque todo se reduce a eso, a la pelea encarnizada entre los 32 condados –organizados en 4 provincias: Ulster, Leinster, Connaught y Munster- hasta alcanzar la gloria terrenal de la gran final del All-Ireland’s Football Championship. Localismo enfervorizado y amor a la tierra para salir triunfante en Croke Park en lo que es uno de los grandes eventos del año en Irlanda.


    Lejos de tal estampa, por ahora, en España, la motivación no va más allá del aprendizaje, la confraternización y la diversión, si bien los introductores autóctonos de este antiguo deporte denotan una pasión por el juego que deja entrever esa suma importancia de la que goza el fútbol gaélico en Irlanda, e incluso algunos conjuntos desarrollan también desde su sede asociaciones culturales, a la vez que crean escuelas y dan los primeros pasos de cara a trabajar con niños en un futuro. En lo que a la vertiente propiamente competitiva se refiere, al amparo de la división europea de la GAA se viene disputando durante los últimos años el campeonato ibérico, dividido entre diferentes torneos a lo largo del año a disputar en cada una de las ciudades donde un equipo haya tenido su base y participado en el campeonato al menos el año anterior, convirtiéndose en una auténtica fiesta para todos los amantes de este deporte a lo largo y ancho del país. Las rondas, en formato de todos contra todos, se disputan durante un solo día en encuentros de dos partes de 10 minutos, con 11 jugadores por conjunto y en un terreno de juego similar a un campo de fútbol, lo que supone una ligera modificación de las normas oficiales de la GAA, pues es lo más adecuado para la coyuntura actual en España. De esta forma, el campeonato de 2012 se disputará mediante los mini-torneos de Sevilla (Febrero), Barcelona (Marzo), Madrid (Abril), Valencia (Mayo), A Coruña (junio) y Pamplona (Septiembre/Octubre). La más próxima, el próximo 25 de Febrero, tendrá lugar en Sevilla y se espera que acudan a la cita todos los conjuntos existentes en la actualidad: Madrid Harps y Barcelona Gaels –eternos favoritos, ganadores habituales y con mayoría irlandesa-, Sant Vincent de Valencia –último campeón y también entre los favoritos-, Marbella Gaels, Sevilla Eire Og, Naomh Fermin GAA de Pamplona y Fillos de Breogán de A Coruña –estos dos últimos con mayoría de miembros españoles, lo que quizá les otorgue más mérito-, así como la primera aparición de los últimos conjuntos formados, Gibraltar Gaels y el recién constituido The Coruña Exiles, lo que puede provocar el torneo más numeroso en equipos hasta la fecha. Y eso solo en el plano masculino, pues también se disputará el torneo femenino, con Madrid Harpettes y Barcelona Gaelettes como principales favoritos tras ser alternos ganadores los últimos años. Un deporte en constante crecimiento y con vocación de continuar la senda iniciada, de instaurar una competición que gane en regularidad y dedicación, a raíz de las palabras de la mayoría de los responsables de los equipos españoles. Con uno de ellos, Gerard Geraghty – Gearóid Mac Óireachtaigh, en gaélico-, chairman de “The Coruña Exiles” y promotor del fútbol gaélico allá donde se encuentre, hemos charlado para tener una visión lo más fidedigna posible de la situación, pues además de estar muy ligado al fútbol gaélico en Irlanda, conoce bien la estructura española del deporte. Gerry, irlandés de Meath, lleva ya 7 años afincado en España y a través de un castellano perfecto destila pasión por este deporte en cada palabra. “Es dinámico, divertido, intenso. Aquí todavía es algo pequeño, pero en Irlanda se vive con una pasión incontrolable. Es nuestro deporte número uno, la ilusión de muchas personas. La final del All-Ireland es comparable a un Madrid-Barcelona de fútbol aquí”.

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  4. Más entusiasmado si cabe se muestra con su nuevo conjunto. Admite que el proceso de creación no es sencillo, pero tampoco demasiado complicado: “No es difícil formar un nuevo club, basta con tener interés, aunque quizá la burocracia que implica realizar todo directamente con Irlanda sea un poco molesta; aún así, las facilidades son muchas y existe una prestación de 300 euros que la GAA otorga a cada club en formación”. De nuevo aparece esa autopromoción que la GAA promueve, siendo difícil encontrar modelos similares. Pero, ¿puede un equipo recién creado aspirar a algo más que competir dignamente? Quizás sea esa una de las razones que provoca que todavía no haya numerosos clubes, pero Gerry admite que las posibilidades son muchas, más si cabe con el potencial español. “Con trabajo y tiempo se puede conseguir disputar y estar igualado en todos los encuentros; además, hay que tener en cuenta que es bastante parecido al fútbol, por lo que España podría ser una potencia…(risas) Nosotros, por ejemplo, somos un club que se ha formado recientemente, pero aún así iremos con ilusión a Sevilla, aunque nuestras ambiciones vendrán más adelante, no se puede ser ganador tras solo unos meses. Además, está el hecho de que excepto Pamplona y Fillos de Breogán los equipos están formados casi en su totalidad por irlandeses; sin embargo, como ellos, nosotros tenemos cantidad de españoles, además de chicos y chicas irlandesas, americanos, belgas, ingleses...Y podremos competir con los mejores equipos en el futuro”. Todavía muy minoritario, el atractivo inherente que posee el fútbol gaélico es para nuestro interlocutor un factor que puede ser clave en su evolución, lastrada quizás por el desconocimiento del mismo, pero sobre el que puede advertirse un sólido futuro. “La gente es un poco reacia a involucrarse en nuevos deportes, pero una vez lo prueban les encanta y se sigue apuntando gente día tras día, por lo que el fútbol gaélico no para de crecer en España. Por ejemplo, aquí en Coruña somos ya dos equipos, hecho inédito en Europa, lo que da una muestra del crecimiento del deporte en el país. La gente lo prueba y se engancha. El próximo paso tiene que ser acercarlo a los niños, pues es una disciplina sumamente deportiva y con unos valores muy profundos, no tan violenta como la gente puede creer y que físicamente te mantiene al 100%, además de ser tremendamente divertido en edades tempranas”. Con ese mismo espíritu entusiasta que sobrevuela cada una de sus palabras, tiende la mano a nuevos valientes: “La verdad es que esperamos que este reportaje ayude a que la gente se acerque un poco más al fútbol gaélico. Cualquiera, haya jugado a algún deporte o no, es bienvenido. En el fondo, y de eso también nos encargamos en los Exiles, acabamos formando una gran familia entre todos”.

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