En 1962, el Frente de
Liberación Nacional (FLN) encabezó una lucha armada y numerosas movilizaciones
en todo el país para poner fin a la dominación por parte del imperialismo
francés; esa protesta por una identidad propia, dio lugar a que Francia
otorgara la independencia política a Argelia. Esa lucha tuvo sus frutos, pero
no fue una independencia plena porque las condiciones de vida hicieron que
tras las montañas de Atlas, en Cabilia, el Clan de Zidane o el Clan de Benzema
tuvieran que emigrar hacia la tierra que les había sustituido y reprimido la
identidad y el reconocimiento de su familia y de su gente.
Imaginemos que no se hubiera producido esa fuga de
cerebros. La primera joya del desierto sahariano sería y es Albert Camus: el escritor
fue la estrella del Racing Universitario de Argel, alternando la portería y la
posición de delantero, convirtiéndose en el pionero de una escuela que ha
dejado un legado eterno. Madjer hubiera sido la
antesala de la lluvia de estrellas noventeras como Youri Djorkaeff o Zinedine Zidane o la nueva generación de outsiders como Frank Ribery
o Miau Miau Benzema.
Parece que el nuevo Prince of Persia del futbol
argelino es Ishak
Belfoldil. Dicen que es una versión 2.0 de Kaguim Benzema: kekos
prácticamente iguales, pasado argelino, formación en Lyon, dotado de gran
técnica y facilidad para hacer gol. El mayor reto del ponta de lança africano será ridiculizar todas esas comparaciones y demostrar que el viento
del desierto del Sahara sigue bendiciendo al pueblo argelino con talento, con
gambetas y con una forma de jugar única, agraciada y bastisima. La clave del
éxito para superar la batalla a Benzeguaín, está en ser fiel a sí mismo y creer en las palabras del maestro Camus, que como si fuesen profecías, resaltan los
puntos débiles/escándalo que empañan la carrera de Zidane, Ribery o Benzema:
“Todo cuanto
sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo
debo al fútbol”